Cuántas veces hemos deseado borrar un día, un instante, un momento, hasta un año de nuestras vidas. Borrarlo todo y vaciar nuestra memoria.
Perderíamos el calor del primer beso y la sensación de aquel amanecer que fue perfecto. La nostalgia por amores pasados y la inocencia con la que nos entregamos a lo desconocido esa primera vez.
Quedarían atrás los amigos que iban a ser eternos, las cartas que nos hicieron llorar, la primera o última vez que vimos a ese alguien especial, los abrazos mas cálidos, el día que pensamos que el mundo se nos venía encima, el dolor mas hermoso, la sonrisa mas esperanzadora, el nacimiento de los sentimientos...¿En realidad comenzamos una vida nueva o matamos otra llena de bellos recuerdos? Dejamos una vida y un presente que nos da infinitas oportunidades por soñar con un futuro perfecto que NO existe, o un pedazo de cielo dónde NO sabemos que nos espera...
¿Vale entonces realmente la pena perder la memoria?
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